El Albergue Covadonga ha incorporado a Elena Suero Caldevilla, una gijonesa con experiencia internacional, para asumir su nueva etapa. Suero, nacida en 1980, está revisando la documentación de la entidad, que quedará bajo su dirección a partir del nuevo año tras la partida de la hasta ahora directora, Cristina Avella, quien ocupó el cargo desde 2016. El personal del albergue se está familiarizando con la nueva líder, una persona siempre sonriente y aparentemente más emocionada que asustada por asumir la dirección de uno de los recursos de asistencia social más destacados de la ciudad. Conocidos de Suero la consideran un “fichajazo” para el Albergue, destacando su formación sólida en gestión y su profunda conciencia social, adquirida a lo largo de su dedicación a labores de cooperación.
Encontrar un perfil como el de Suero no es tarea fácil. Expertos en el sector explican que aquellos hábiles con los números suelen depender demasiado de las estadísticas, mientras que quienes solo siguen su empatía pueden correr el riesgo de impulsar programas insostenibles financieramente.
Suero posee una formación formal en gestión, con una licenciatura en Administración y Dirección de Empresas (ADE) y especialización en comercio exterior, incluyendo estancias en facultades inglesas y catalanas. Además, cuenta con un máster en reducción de riesgos ante catástrofes y otro en economía sostenible e inclusión de personas vulnerables. No solo domina la teoría, sino también la práctica. Suero, inicialmente orientada al comercio exterior, entró en contacto con la cooperación internacional, convirtiéndose en cooperante en Namibia y Mozambique a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional. Trabajó con delegaciones de Cruz Roja de Alemania y Filipinas, acumulando experiencia y una visión global sobre la gestión de la exclusión social en Europa y África.
Esta experiencia internacional le brinda una comprensión global de cómo se aborda la exclusión social en diferentes lugares del mundo. Su percepción es que, a pesar de las diferencias culturales, las personas sin hogar y empobrecidas son siempre invisibles, independientemente de su ubicación geográfica. En Gijón, observa la misma invisibilidad en torno al edificio del albergue, un gigante de ladrillo cerca de Poniente y la estación de tren que, a pesar de su presencia física, parece no ser reconocido por muchos ciudadanos. Esto resalta la incomodidad que la pobreza genera, y quienes no la experimentan, consciente o inconscientemente, prefieren ignorarla.
La relación de Suero con Cruz Roja también le proporcionó experiencia local, especialmente durante la pandemia, cuando regresó a Gijón. Como trabajadora de Cruz Roja, gestionó la implementación de dispositivos de urgencia para el alojamiento de personas sin hogar durante el confinamiento. Esta experiencia la acercó a la realidad de las personas sin hogar en Gijón y demostró su capacidad para tratar a todos con respeto y amabilidad, independientemente de su situación. Su perfil que combina la gestión con la empatía resultó valioso para la entidad local durante esos meses desafiantes.
El desafío actual de Suero con el Albergue Covadonga es emocionante pero difícil. La entidad está trabajando en un cambio de enfoque para adaptarse a las nuevas directrices europeas sobre la atención a las personas sin hogar. Estas directrices abogan por intervenciones más individualizadas y estancias más largas para facilitar la recuperación de un proyecto de vida propio y la desvinculación de las instituciones. Suero y su equipo reconocen que el modelo tradicional del albergue como recurso de emergencia no desaparecerá, pero están preparados para adaptarse, con la previsión de estancias más amplias y privadas a medio plazo. El Ayuntamiento realizará una asistencia técnica el próximo año para evaluar si se debe reformar o reconstruir el edificio del albergue. Sin importar el resultado, se esperan muchos cambios, y Suero cuenta con la experiencia y la motivación para liderarlos.
